miércoles, 22 de junio de 2011

Orinoco, un musical venezolano. La nueva producción de Venezuela Viva.

























Estreno mundial de un musical basado en la novela "Doña Bárbara" de Rómulo Gallegos en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela.


1. Doña Bárbara , Gallegos y yo?
Mi relación con el maestro Gallegos, para usar una frase propia de la web, es complicada. Comienza conmigo, negándome a leer Doña Bárbara en tercer año de bachillerato porque era obligatorio. Sigo pensando que es un argumento perfectamente válido para no leer algo. Decidí leerla en las vacaciones de verano de ese año, justo después de aprobar Castellano y Literatura apoyándome en el resumen de mala muerte de la novela que encontré en un libro de texto.
De esa primera lectura me fascinó el llano que describía Gallegos, que era como un planeta desconocido para un bicho urbano, recién regresado al país, como yo. Y por supuesto, me encantó la Doña. Yo quería que ella, por apasionada, por auténtica, por arrecha, le ganara la partida al santurrón adeco de Santos Luzardo. Como buen carajito ñángara me parecía que el caraqueño venía, prepotente, machista, a atropellar la identidad de los llaneros, su modo de producción ancestral y hasta la ecología de ese paisaje.
¿Civilización contra barbarie? ¿Cuál civilización? En ese momento yo estaba más que dispuesto a cuestionar toda la noción de desarrollo, de progreso, de modernidad, sustentada en el pensamiento positivista de hombres como Gallegos.
Hoy, tantos años después, a la sombra de la violencia que nos acorrala, del caudillismo atávico que nos oprime, de la corrupción generalizada, quisiera releer al maestro. A lo mejor civilización contra barbarie (¿o será vida contra muerte?) sigue siendo una disyuntiva vigente, un desafío para nuestras generaciones.
Con esa mezcla de apertura y recelo, sumado a un prejuicio de años contra los nacionalismos extremos y eso que llaman las danzas nacionalistas, me aproximo a la producción.
2. Orinoco y yo!
Llegué a esta producción porque estoy enamorado de sus creadores. Conocí a la dupla de Carolina Lizarraga (bailarina, coreógrafa y maestra) y Roque García (productor artístico, iluminador y realizador de video), cómplices en la vida artística y en la marital también, en plena producción de su primera producción, Venezuela Viva. Me pareció que estaban total y denodadamente locos. Habían reunido una tribu insólita de bailarinas y bailadores, músicos y cantantes, técnicos y realizadores, de los lugares más disímiles del país. Con esta tribu montaban regularmente una especie de campamento gitano en Caracas o Valencia para compartir los ensayos y el montaje de una pieza de danza narrativa (flamenco, flamenco-fusión, joropo, aderezado con elementos contemporáneos) sobre, ni más ni menos, la historia de Venezuela. Completa. Con música en vivo, con proyecciones de video en múltiples pantallas, con un despliegue impresionante de cambios de vestuario. Financiados por nadie, a punta de entusiasmo y creer fanáticamente en lo que se hace. Tenían que estar locos.










Les asistí con un par de ideas escenográficas y los acompañé en sus temporadas del Aula Magna de Caracas, el Forum de Valencia y el Teatro Teresa Carreño.
A medida que avanzaba el proceso del montaje me contagiaba del fanatismo de la dupla Lizarraga-García. Me reencontré con la fuerza del flamenco (que había encontrado hace años trabajando con Siudy Quintero, la madre, y luego con Daniela Tugues en aquel inolvidable Cascanueces Flamenco de su creación). Y me encontré con una mezcla de energías, la interna, hierática, del flamenco, y la externa, gozosa, del joropo, que lograban, de la mano de Carolina, momentos impresionantes sobre el escenario. En las funciones el público se volvió loco!
En las pausas, hablábamos de nuestra afición compartida por el mundo de la ópera y los musicales. En una de esas me comentaron de un proyecto que venían madurando desde hacía tres años. Ya no una pieza de danza narrativa sino un musical, con todas las de la ley, basado en Doña Bárbara. Lo querían llamar Orinoco. Como ya tenía confianza con ellos, inmediatamente les lancé dos preguntas: primero, ¿Qué carajo tiene que ver el Orinoco con Doña Bárbara?, y segundo, ¿Puedo , por caridad de Dios, trabajar con ustedes en la creación de eso? Las respuestas: Gallegos retrata a Doña Bárbara como "hija de los ríos", entre ríos, en la región de la Orinoquia, se crío y por los ríos se perdió, nacimiento, muerte, renovación, el Orinoco es nuestro río emblemático; y, si, me invitaban a trabajar con ellos. Ya tenían el libreto prácticamente listo.
Dejé de verlos mientras Venezuela Viva viajaba por Europa, comenzando por el Festival de Edimburgo, sorprendiendo a todo el mundo y ganando toda clase de rave reviews.
A su regreso, les sugerí completar el equipo con dos amigos de toda la vida que yo sentía que podían aportar mucho al proyecto, Vicente Albarracín para apoyar en la dirección actoral, y Gunilla Álvarez para la coordinación del escenario. Me estoy convirtiendo en un experto en eso de arreglar matrimonios creativos y en esta ocasión, humildemente, la pegué de jon ron.
Ya ellos contaban con un estupendo equipo. Cesar Orozco hizo los arreglos a partir del concepto que se habían propuesto de incluir tantas formas del joropo como fuera posible. Yo ignoraba que había tantas variantes! En la obra hay quince. Ahí les van: : Quirpa, Zumba que Zumba, Periquera, Gabán, San Rafael, Pajarillo, Carnaval, Seis por Derecho, Guacharaca, Cunavichero, Nuevo Callao, Seis Numerao, Quitapesares, Perro de Agua, Chipola, Golpe Tuyero, además de Tonadas y Pasajes! Ese fue un descubrimiento. Una música vital y compleja, que a veces suena a barroco, a veces a árabe andaluz, siempre a venezolano. No es que ahora esté oyendo joropo todo el día en un ipod pero definitivamente perdí el prejuicio.
En lo coreográfico, Carolina contó con el apoyo de Daniela Tugues, quien además de interpretar una Doña Bárbara de intensa fuerza telúrica aportó en el componente flamenco; y Daniel Cabrera en lo referido al baile del joropo.
Junto a ese motor de pasión escénica que es la Tugues, los roles protagónicos estuvieron a cargo de Alejandro Zavala (Santos Luzardo), Carla Urquiola (Marisela) y Juan Carlos Páez (Pajarote). Junto al elenco de bailaoras de la escuela de las Lizarraga, en Valencia, y un grupo de bailadores de joropo de Barinas. Ya en la sala de ensayos la energía se desbordaba. Al llegar al escenario se creció. La cosa era prácticamente un volcán.

3. La escenografía.
haga click sobre las imágenes para verlas ampliadas.


Gallegos concibe el llano como el escenario en el que se enfrentan dos fuerzas: civilización contra barbarie, Santos Luzardo contra Doña Bárbara, la hacienda Altamira contra la hacienda El Miedo.

La escenografía representa esa visión. A la izquierda del público, el lado Altamira es apolíneo. Una construcción, la casa de la hacienda, sigue las líneas de la arquitectura de la temprana modernidad, cuenta con electricidad, un molino de viento y tuberías para el agua; todo sobre colores claros. A la derecha, el lado El Miedo, es totalmente orgánico. Ramas de árboles en plena sequía contra un fondo oscuro y sangriento; hierbas salvajes, gamelote, invadiendo el espacio; líneas angulosas y retorcidas, en contraste con las rectas del lado opuesto.
Altamira
El Miedo

Entre ambos polos, el llano, representado por el tablao, foco de toda la acción coreográfica. Al fondo, los músicos, tal como estarían si estuvieran tocando en el llano. A la sombra de un araguaney, en silletas de cuero, frente a una pared de bahareque. De esa manera, los músicos, lejos de estar escondidos en el foso, se convierten en una presencia escénica.












La pared de bahareque es el soporte de una p

asarela, espacio para apariciones de personajes (incluyendo un ascensor contrapesado) y segundo plano de la acción escénica. Como fondo una gran pantalla LED, en la que Roque muestra una impresionante colección de imágenes del llano venezolano, referencias a lugares y tiempos de la acción, así como algunos efectos dramáticos.
Un sistema de rieles permite cambiar elementos de fachada para mostrar diversas locaciones.
La realización estuvo a cargo del equipo de Producciones Setting, a cargo del impecable Ramón Perez Pina.
Cuentos de espantos.
Altar de brujería.
fotos cortesía de Roque García, Fundación Venezuela Viva.

Esta entrada está en construcción, regresa pronto!!!

martes, 7 de junio de 2011

"Tío", un tributo a Simón Díaz.


carátula del más reciente CD de Simón Díaz.
fotografía de David Maris para la revista Marcapasos.
1.
Este fin de semana, 4 y 5 de junio de 2011, tuve la inmensa felicidad de trabajar en el homenaje que el compositor y cantante venezolano Ilan Chester y su esposa, la productora Merci Mayorca, rindieron a una persona que encarna como más nadie una manera dulce, tierna y buena de ser venezolano: Simón Díaz. Nuestro querido Tío Simón.

Las funciones de este fin de semana, en el Teatro Teresa Carreño, fueron la culminación de un proyecto que comenzó en las mentes de Ilan y Merci y que tuvo su primera presentación en un concierto masivo, de entrada libre, el sábado 30 de abril en la Plaza Alfredo Sadel de Caracas.

El concepto del evento es hacer una narración cálida y emotiva de la vida de Simón. Este cuento se apoya en la proyección de fotos y videos familiares, así como en material de archivo, cuidadosamente seleccionado y editado por Merci. No sé de nadie a quien no le guste viajar en el tiempo recorriendo imágenes llenas de nostalgia. Y en el caso de una vida tan rica e inspiradora como la de Simón, más aún. Esta crónica, sabrosa y emotiva, que oímos en la voz de Ilan, le debe mucho al aporte de Indira Páez, creadora del guión original del evento. Ilan nos cuenta, y a medida que lo va haciendo, nos canta. El video de Merci, en ese momento se convierte en un recurso más poético, una aproximación al imaginario del tío Simón. Los arreglos musicales (brillantes!) para el ensemble de siete músicos que acompaña a Ilan son de William Sigismondi.

Se trata, en síntesis, de un espectáculo complejo, delicado, de múltiples capas. Si algo tienen de admirable Ilan y Merci es que no sueñan en pequeño ni hacen concesiones en su trabajo artístico. Algunos en el equipo de producción temieron que en un concierto en una plaza pública se podría perder el esfuerzo, por las naturales distracciones de la locación, el ruido del entorno, el movimiento de vehículos. Que la gente, entrando y saliendo de la plaza, no se engancharía en la narrativa.

Nada más lejos de la realidad! Fue una noche electrizante. Ver a una multitud de esas dimensiones cantar, reírse y llorar como una sola persona fue una experiencia francamente conmovedora. Cuando a Ilan se le quebró la voz en medio de "En mi conuquito", la plaza en pleno se encargó, afinadísima, de completar el tema. Y, de allí en adelante, no pararon nunca de cantar. Total concentración, ni un incidente (en esta ciudad tan acontecida). Puras sonrisas. Esa noche, al llegar a mi casa, escribí en el facebook,: "Se reivindica uno con lo que es bello y tierno de este país. Gracias, tío."


haga click sobre la imagen para verla ampliada.
2.
El lugar perfecto para el cierre del homenaje fue el Teatro Teresa Carreño. El Teresa sigue siendo, con todo y los problemas que ha tenido en años recientes, el primer escenario del país. Aquí el espectáculo se creció en lo escénico y en lo técnico.
Mi propuesta de escenografía se propone transmitir la sencilla armonía de un conuco venezolano en el que “las flores de los campos adornan su belleza y brilla su esplendor”. Los músicos tocan literalmente a la sombra de los árboles. Bastidores de madera hacen referencia a la estructura del bahareque, la forma de construcción tradicional de la casa campesina venezolana. Puertas viejas, esterillas, un chinchorro y un tinajero. Viejas sillas de madera. Y ventanas que se proyectan al cielo, para hacer la conexión entre este patio de casa/conuco y las tres grandes pantallas de video.
El músculo detrás del escenario es el de Profit Producciones. Lisbeth Padrón, su productora, llegó al extremo de bajarse del carro en la mitad de una noche en algún paraje oscuro a robarse unos guacales para el escenario. Geisy Tirone, entre otras cosas, recolectó las plantas y se preocupó tanto por ellas que les hablaba continuamente para que siguieran radiantes. Ese nivel de compromiso y trabajo en equipo es la marca de los verdaderos productores.
Las luces del Pibe Sawaya dan el balance entre los efectos propios del ritmo de un show y la creación de atmósferas más teatrales, todo esto sin perjudicar las proyecciones ni dejarse avasallar por ellas. Nada sencillo.
En el Teresa, obviamente, se aprecian con más detalle los impresionantes matices vocales de Ilan, las sutilezas de los arreglos de Sigismondi. El responsable de esa alta calidad de sonido es el director técnico e ingeniero de sonido Rafael Rondón.
Aquí, nuevamente, el público aplaudió y coreó de principio a fin, feliz. Mi amiga la poetisa Bettsimar Díaz, hija de Simón, dio en el clavo cuando observó en el concierto que todos (menos ella y sus hermanos) somos sobrinos del tío. Eso nos hace primos a todos. El ambiente en el concierto era el de una gran familia. La presencia de Bettsimar, como invitada especial, compartiendo anécdotas inéditas de su papá, terminó de crear ese clima espiritual.
Fueron dos noches luminosas, las del 4 y 5 de mayo de 2011, en el Teatro Teresa Carreño.






Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...